miércoles, 21 de mayo de 2008

En el Día Mundial Contra la Homofobia

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No molesta tanto el sol de verano como las miradas de algunos. Es más fácil aguantar el calor del pavimento a plena tarde que los comentarios entre dientes de quienes voltean y hacen como que no ven. La sequedad del viento es mejor que la de los sentimientos de muchos.

En un país donde muchos padres prefieren que sus hijos sean asesinos o violadores antes que ser gays, la lucha para salir adelante en ésta sociedad parece demasiado adversa para seguir adelante.

En un país donde la doble moral es modus vivendi para muchos, el vivir sin inhibiciones es motivo de estigmas y persecución.

Curiosa y torcidamente, juzgamos a la gente por sus preferencias sexuales y no por sus cualidades como seres humanos.

Si bien es cierto que hay gays con conductas cuestionables desde el punto de vista de nuestro modelo sociocultural, son una cantidad infinitesimal comparados con la cantidad de gente hetero que es igualmente cuestionable. Digamoslo así, sólo sé se unos cuantos gays cuya conducta es cuestionable, pero sé de miles de heteros que igualmente la tienen. Sólo que a éstos últimos, nadie les dice nada.

A un gay se le grita cualquier insulto en la calle, a un diputado corrupto no.

A un enfermo de SIDA se le niega el trabajo, a un hombre que golpea a su esposa no.

A un gay no se le respeta, a un narco hasta se le admira.

Y se pueden dar muchos ejemplos más.

El domingo 18 se realizó una marcha hacia Plaza Mayor para conmemorar el 25 aniversario de la Vigilia Internacional de Solidaridad con las personas que viven con VIH y SIDA y el Día Mundial Contra la Homofobia, integrada por familias y por representantes del movimiento lésbico-gay local .

Años atrás, era impensable hacer algo así en la vía pública sin ser apedreado o quemado vivo. Afortunadamente, hoy ya se puede hacer con el apoyo, primero, de las familias de quienes padecen VIH/SIDA y de las que tienen un integrante gay. Segundo, del Gobierno del Estado, a través de la Secretaría de Fomento Social, lo cual es ya un pequeño paso adelante.

Es alentador ver a las familias marchando juntas, desde el abuelo hasta el nieto. Pero falta mucho por hacer.

Todos los grupos vulnerables son víctimas de la discriminación: enfermos de VIH/SIDA, gays, adultos mayores, personas con capacidades diferentes, indígenas, tribus urbanas, etc. Es por eso la importancia de éstas marchas y asociaciones, porque la lucha de un grupo por rescatar el respeto y las oportunidades de una vida mejor, representa la lucha de todos.


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En la medida que aprendamos a respetarnos como seres humanos, este tipo de eventos no congregará sólo a decenas, sino a miles. Al final del día, todos somos ciudadanos de este país y compartimos el mismo destino e identidad. Todo lo demás, es irrelevante.

¿Hubo cobertura de los medios?...lamentablemente muy poca, y les puedo asegurar que no fué porque era domingo en la tarde. Este es uno de esos temas que hasta los medios que tanto presumen de informar y ser un foro abierto, prefieren guardar debajo de la alfombra.

Es por eso que dedico este pequeño pero repetuoso espacio en mi blog para la difusión de éste evento, porque como sociedad civilizada, es algo que les debemos.

lunes, 5 de mayo de 2008

Un Día Diferente

Hace unas semanas solicitaron mi servicios para documentar fotográficamente una ceremonia de abanderamiento de una institución educativa. Tres circunstancias lo hacían especial para mí: primero, que nunca había estado en una ceremonia de ese tipo. Segundo, habría ceremonia de cremación de la vieja bandera. Tercero, la institución era un jardín de niños.


La ceremonia se retrasó a solicitud del representante del 23 Batallón de Infantería, para que se efecuara a las 12 p.m. en punto, por lo que el reportero y el camarógrafo de TV Azteca debieron retirarse, ya saben, la noticia es lo que da rating y no puede esperar, en especial si es mala. Y un jardín de niños no atrae más audiencia que un narco ejecutado o que un exalcalde corrupto esté siendo exhibido.


Es fácil imaginar el ruido de un centenar de niños en el patio de la escuela, lo que es inimaginable, hasta que estás ahí, es el silencio instantáneo que produjo la presencia de los militares entre ellos. No, no es silencio por miedo, sino por admiración. En cada niño, en cada par de ojitos, brillaba la admiración, el asombro y el respeto.


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La escolta militar se posiciona en un extremo del patio y la escolar en el otro. De un lado, aquéllos que han elegido servir a México como parte de sus fuerzas armadas. Del otro, seis pequeñines, que a su corta edad muestran tanta gallardía y orgullo como aquéllos en uniforme. Una bandera que ya denota su edad, seguramente mucho mayor que la de la pequeña abenderada, que con su pequeña pero firme manita, la sostiene a través de esa asta dorada de la cual pende a merced del viento.


El verde y el rojo, pálidos. El blanco, ya sin brillo. Su esencia y su grandeza, intactas.


Los niños cruzan el patio, marchando a veces con ritmo, a veces con puro corazón. Un flanco izquierdo y se detienen. A una orden del pequeño comandante de la escolta, la abanderada inclina el asta en un último saludo, para entregarla al oficial a cargo.


El oficial retira cuidadosamente la bandera del asta, la dobla lentamente y la deposita en un recipiente, como si depositara un bebé en su cuna. Enciende el fuego y saludamos mientras redoblan los tambores y ensordecen las trompetas. Saludamos mientras la ceniza se eleva hacia el cielo, mientras el calor del fuego y el calor del soleado día de primavera se funden en un adiós al lábaro patrio.


Emocionalmente es muy impactante. No importa qué tan viejos o jóvenes seamos, cuál sea nuestra manera de pensar o nuestro nivel económico o educativo. A todos nos pasa lo mismo, se nos hace un nudo en la garganta ante nuestra bandera, porque significa mucho. Significa demasiado. Significa patria, hogar, familia, libertad, identidad, pasado, presente y futuro. Tal vez significa todo, por eso no lo entendemos.


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El oficial procede a entregar la nueva bandera, meticulosamente doblada, de colores brillantes, tan brillantes como el futuro que todos queremos y que a veces parece tan inalcanzable. Antes de depositar la bandera sobre las ansiosas manitas que ya se extienden para tomarla, el oficial juramenta a la escolta.


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Finalmente, la nueva bandera está en buenas manos. En las manos limpias de aquéllos que llevarán las riendas de éste país en unos 20 o 30 años, desde la trinchera de un hogar, de una oficina o de donde sea que el destino los lleve.


Y a una orden del pequeño comandante, se retiran.


Cuando experimentas éste tipo de cosas, es cuando realmente te indigna que nuestra clase política tome por asalto el congreso y escuden sus intereses tras la bandera. Si hay alguien indigno de tomar la bandera y ondearla, desgraciadamente son ellos. Los enemigos de México no están afuera, sino dentro. De hecho, dentro del mismo gobierno. Ojalá y algún día lo entendamos y hagamos algo al respecto.