sábado, 29 de noviembre de 2008

Hace 2 Años

En Diciembre del 2006 hice algunas fotos nocturnas de la ciudad. Luego las convertí en una presentación de Power Point y la envié por correo electrónico a un par de docenas de amigos, familiares y compañeros de trabajo. La presentación se llamaba Chihuahua de Noche.


El correo con la presentación estuvo circulando por la red por algunas semanas. Para finales de Enero del 2007 ya tenía yo conocimiento de que la presentación se había difundido bastante, tanto dentro como fuera de México, gracias a que la gente que recibía el mensaje lo reenviaba a su vez a sus conocidos. Y como ocurre tan a menudo, nadie creía que yo era el autor. Y es que , ¿a cuántos autores de presentaciones de Power Point que te llegan por correo electrónico conoces?.


La razón por la cual hice esa presentación, fué precisamente como un mensaje personal navideño a todos mis familiares y amigos a través de la fotografía. Y esa fué también la razón de que se haya difundido tanto, porque mucha gente usó la presentación como tarjeta de Navidad, ya que la foto final mostraba los adornos navideños de Plaza Mayor con un mensaje propio de la ocasión.


El alcance de la difusión del mensaje, con las fotos de la ciudad, fué una de las razones por las cuales eventualmente me decidí a publicar éste blog. He rescatado algunas de las fotos originales de aquélla presentación. Hace 2 años ya.


La Diana Cazadora, localizada en Boulevard Ortiz Mena y Avenida Mirador.


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La Catedral Metropolitana, en el Centro Histórico de la ciudad.


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El Ángel, en la explanada de Plaza Mayor.


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El Templo de San Francisco, junto a Plaza Mayor.


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Un aspecto de Plaza Mayor, sobre la Calle Libertad.


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El Templo del Sagrado Corazón de Jesús.


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Torre Mirador, frente a Casa Chihuahua.


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Avenida de la Juventud, desde el puente de la Avenida Juan Escutia.


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viernes, 21 de noviembre de 2008

Escenas de un 20 de Noviembre (Parte I)


Creo que la única vez que hizo un frío tremendo en 20 de Noviembre fué cuando me tocó desfilar a mí. De eso ya hace mucho, tal vez demasiado tiempo. No había calentamiento global, ni efecto invernadero, ni nada de eso. De hecho, creo que hasta el eje terrestre tenía otra inclinación. Recuerdo que la tabla gimnástica que presentamos la ensayamos por tres meses y en el desfile parecía que apenas la habíamos aprendido un día antes. Pánico escénico me imagino.

En aquéllos días, el desfile recorría la calle Libertad, la cual no era un corredor peatonal como hoy la conocemos, era una calle abierta a la circulación de vehículos como cualquier otra y los desfiles empezaban en la Avenida Ocampo, para finalizar en la glorieta de la Libertad y Calle 21. Hoy, el desfile es en sentido inverso, pero sobre la Calle Aldama.

Aquél año nos divertimos bastante, aunque terminamos absolutamente congelados, pues no podíamos vestir nada que no fuera la delgada camiseta con la que nuestra escuela nos uniformó a todos en esa nublada y fría mañana. Mis manos estaban moradas por el frío y aunque casi traumática, es una más de esas experiencias escolares que valen la pena vivir. De hecho, conservé y usé esa camiseta por muchísimos años, hasta que un día simplemente por tantos años de uso, se rompió en la lavadora. Aún así, sirvió otro año más, pero ahora como trapo para limpiar. A eso se le llama reciclar.

El 20 de Noviembre en México, se conmemora la Revolución y como dato histórico, inició precisamente en el Estado de Chihuahua, en el pequeño poblado de Cuchillo Parado. Casi 100 años después, con justicia tardía, pero muy merecida, se ha proclamando oficialmente a Chihuahua como Cuna de la Revolución Mexicana.

El desfile del 20 de Noviembre es esencialmente deportivo y civil. Participan escuelas, instituciones de gobierno y asociaciones ciudadanas. En cambio, el desfile del 16 de Septiembre, es una parada militar y de las instituciones policiacas y de protección civil.

Mucho tiempo pasó, después de mis días de estudiante, para que yo volviera a ver un desfile de 20 de Noviembre. Falta de tiempo, de ganas o simplemente porque como es día de asueto nacional, lo que quería era descansar y nada más. Pero las cosas cambian y ahora el día de asueto por ley, es el tercer lunes de Noviembre, independientemente de que coincida o no con el día 20.

La fotografía me dió muchas razones para regresar a esos desfiles, que son parte de nuestras costumbres y cultura. Este año, con agrado he visto las calles llenas a reventar de familias y jóvenes, gritando, aplaudiendo y disfrutando. Incluso y sin temor a equivocarme, puedo afirmar que éste año acudió más gente al desfile que en los dos años anteriores.

Más que presenciar el recorrido del desfile, fuí yo quien recorrió al desfile mismo. Mucho antes que iniciara, fuí a visitar a los grupos y escuelas participantes. Me gusta disfrutar del ambiente previo, cuando se afinan detalles, se improvisa ante eventualidades y se convive en ese estado de ansiedad y nerviosismo previos a un evento. Es toda una atmósfera que no muchos tienen la oportunidad de apreciar.

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Hace calor en verdad, los 20° C del ambiente y un sol radiante cayendo a plomo sobre las calles se conjugan para engañarnos con un clima primaveral en pleno ocaso del otoño. Frente a mí, un grupo de jovencitas del ballet folklórico del Colegio de Bachilleres, usan los espejos laterales de los autos para darse los últimos retoques al maquillaje. Otras más simplemente modelan o bailan ante cualquier vidrio de escaparate para ver si sus vestidos y sus pasos están en orden.

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Los chicos del Colegio, ya están más que listos esperando que se llegue la hora. Nos reunimos, tomo un par de fotos y bromean diciendo que saldrá su foto en un conocido periódico vespertino especializado en notas policiacas, amarillismo y chicas con poca o nada de ropa.

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Otras jovencitas de otra escuela, sentadas en la banqueta, simplemente disfrutan de unas deliciosas paletas heladas y no puedo evitar fotografiarlas con su enorme sonrisa. Una escena tan común, pero tan llena de vida y color.

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Las chicas del Claustro Universitario son el centro de la atención de muchos, mientras ensayan con listones tricolores, sus entalladas blusas y cortísimas faldas son causa de distracciones, pérdida temporal de memoria y no pocos piropos.

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Unos pasos más adelante, están los recientes y flamantes campeones de la ONEFA, la liga nacional estudiantil de futbol americano, las Águilas de la Universidad Autónoma de Chihuahua, que aún siguen en la luna de miel con su campeonato. Una pequeña plática, un par de fotos y luego mi cámara se enfoca en el equipo de entusiastas porristas. Poses atléticas, elasticidad extrema y mucha belleza.

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Luego me topo con una academia de box y lucha libre. Nada como un grupo de enmascarados para una composición fotográfica. Uno tras otro los contingentes se pierden a la vista y me es imposible seguir adelante pues ya casi son las 11 de la mañana, hora de inicio del desfile. Es hora de colocarme en algún sitio. A mi alrededor, todos hacen su último ensayo, de bailes, de movimientos gimnásticos y de coordinación. La emoción se siente en el aire.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Escenas de un 20 de Noviembre (Parte II)


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El recorrido apenas si se extiende por un par de kilómetros o menos, pero es en pleno centro de la ciudad. Desde Plaza Mayor hasta el Auditorio Municipal, ambos lados de la calle lucen a reventar de gente.

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Este año, el tema implícito del desfile fué la Paz, que tanto necesitamos en esta ciudad. Desde palomas hasta uniformes blancos, desde pancartas hasta gritos abiertos, desde vestidos de luto a contingentes que marchan en silencio, pero todos, fuera y dentro del desfile, pedimos la Paz.

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Pero también hay mucho color y alegría, coloridos vestidos al viento, vistosos bailes a ritmo de polka o de reggaetón, globos de colores, bandas de música, desplantes atléticos y toda clase de accesorios, desde sombreros hasta abanicos, desde collares hasta pintura en la cara.

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La gente se entrega fácil a los jóvenes que desfilan y ellos agradecen con sonrisas. Las porras y aplausos llueven al igual que miles de papelitos tricolores.

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Por más de una hora, nos olvidamos de todo para estar juntos, disfrutar y sonreír. Y es que no hay nada mejor en el mundo que la sonrisa de miles de personas al mismo tiempo.


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lunes, 10 de noviembre de 2008

Fiesta del Globo (Parte 1)


Sus abultadas chamarras y guantes les dan el aspecto de astronautas. Ni el frío ni la hora son un desafío para ellos. Sus ojos tienen esa mirada, de haber llegado por fin a ese momento por el cual han esperado tanto tiempo. Pero no se trata de los intrépidos pilotos, sino de un nutrido grupo de niños de kindergarden que en orden caminan desde los autobuses escolares que los han llevado para presenciar el evento.

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Difícilmente sus maestras logran que no salgan corriendo en todas direcciones. Son pasadas las 6:30 a.m. y el Sol apenas tiene unos minutos de haberse asomado sobre las montañas al sur de la ciudad. Es viernes y por ser día laboral, muchos llegan a ver el espectáculo camino al trabajo. No entran al enorme estacionamiento, prefieren detenerse a orillas del Circuito Universitario para salir de prisa y llegar a tiempo a trabajar en previsión de los tremendos problemas de tráfico muy conocidos en esa zona de la ciudad en las horas pico.

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Muchos buscan desesperadamente una taza de café para combatir los 6° C que se dejan sentir en el ambiente. Otros más se olvidan del frío contemplando a las edecanes de una compañía refresquera, enfundadas en trajecitos de spandex color naranja, que dadas las condiciones del clima, da lo mismo traer eso puesto que no traer nada. Estoicamente resisten el clima, mostrando a los cuatro vientos la marca comercial, su congelada sonrisa y un par de otras cosas.

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Mientras tanto, las enormes camionetas procedentes de Nuevo México, Texas, Colorado y de algún otro lugar, ya están en posición desde hace algunos minutos. Cuidadosamente bajan las canastillas y empiezan a desenrollar los enormes globos. La gente se reúne para ver la compleja maniobra. Enormes ventiladores empiezan a llenar con aire frío el interior del globo para extenderlo e inflarlo un poco.

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Es turno ahora de los quemadores de gas. Son un espectáculo por sí mismos. La enorme llamarada y el ruido causan sorpresa y admiración. Poco a poco los globos empiezan a inflarse hasta alcanzar la vertical. El show multicolor a nivel de tierra es ya de por sí suficiente para comenzar bien el día, pero falta lo mejor. Poco a poco y silenciosamente, los enormes globos se elevan por los aires ante el aplauso de la gente y el deseo de muchos de ir a bordo de uno de ellos.

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Fiesta del Globo (Parte 2)


El viento no ayuda mucho, de hecho, hay demasiada calma, así que los globos permanecen sobre el Campus Universitario para deleite de los miles de estudiantes y no menos automovilistas que a lo largo del Circuito Universitario ven las decenas de globos suspendidos a baja altura. Una hora más tarde casi todos los globos han descendido ya en las cercanías.


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Por la noche se lleva a cabo el espectáculo nocturno, en el que los quemadores se encienden para iluminar los globos como si fueran lámparas multicolores.

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Es sábado al amanecer y a diferencia de la mañana anterior, es fin de semana y la cantidad de gente es infinitamente mayor. Niños, muchísimos niños y muchas mascotas también. La enorme multitud se reúne alrededor de El Hombre Globo, un aeronauta que se hace suspender de decenas de globos llenos de helio en una riesgosa demostración de valor y amor por la aventura.


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Hoy también el viento es diferente y lleva a los enormes globos muy lejos de la zona de despegue. Los globos, los paragliders y los espectáculos en tierra hacen las delicias de niños y adultos.

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Y para aquéllos que no desayunaron, hay de todo, desde tamales oaxaqueños hasta donas y café. Y si los globos no fueran suficiente diversión, hay juegos mecánicos, desde un carrusel tradicional y otro con ponys de verdad, hasta un pequeño teleférico y una Rueda de la Fortuna.


Es la nuestra una de las pocas ciudades de México donde se puede ver un espectáculo de globos aerostáticos. Un año más, el cielo de Chihuahua se ha llenado de color en el marco del Tricentenario de la Ciudad.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Imágenes de un Día de Muertos


Las calles lucen a reventar. No sé qué es peor, si estar apretujado entre tanta gente o respirar el aire lleno de polvo. Ya de por sí el viento es suficiente para llenarme hasta la orejas con tierra, pero aparte, la enorme cantidad de vehículos que buscan afanosamente donde estacionarse en los terrenos aledaños, levanta aún más polvo del que quisiera soportar.


El Sol también pone de su parte. Si bien hay viento, no es suficiente para mitigar con su frescura de otoño sus inclementes rayos. En ambos lados de la calle, los puestos de vendedores se pierden en el horizonte. Al menos, desde mi perspectiva, así se ven. Se vende de todo, casi cualquier cosa que quepa dentro de la imaginación.


La caminata parece eterna, no tanto por la distancia, sino por el tiempo que toma llegar al sepulcro de mi abuela materna. En el camino, muchas escenas asaltan mis sentidos. Gente limpiando una tumba a mi izquierda, otros depositando flores a mi derecha.


Al frente, el lento caminar de una anciana acompañada por su familia, nos retrasa a todos. Pero no hay prisa de todas formas. Un poco más allá, un joven con aspecto muy cansado ya, ofrece sus servicios para llevar cubetas con agua para limpiar la tumba y para las flores. Lleva todo el día haciendo lo mismo, viaje tras viaje el esfuerzo y el calor ya lo ha menguado bastante. Pero sigue de pie. Su necesidad económica es infinitamente mayor que su cansancio.


Más adelante, una familia de origen chino, al menos eso me dicen, deposita no sólo ofrendas florales en la tumba, sino comida y licor. Mucha gente los observa, con respeto, pero también con curiosidad.


Algunas tumbas lucen muy limpias, pero muchas más no. El incipiente otoño ya se deja sentir en los árboles. Algunas tumbas están sepultadas bajo esa alfombra de hojas amarillas. Camino sobre ellas para escuchar cómo crujen. Una lagartija que descansaba tranquilamente bajo las hojas, corre apresuradamente fuera de mi alcance.


Llegamos finalmente a la tumba de mi abuela. Mientras permanece la familia en el lugar, camino por los alrededores y veo un sepulcro abandonado, cubierto sólo con tierra y una sencilla cruz de madera, astillada y podrida por la intemperie, pero también veo un mausoleo de cantera, con columnas, arcos, cúpulas y hasta puertas de cristal. Pero curiosamente luce igual de abandonado que la tumba de tierra.


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Algunos sepulcros tienen imágenes religiosas, de Santos, de Jesucristo o de la Virgen María. Pero la intemperie y el tiempo ya se notan en ellas. Rostros rotos, manos faltantes, figuras erosionadas. Hay familias aquí y allá, algunos ríen alegremente, otros lloran desconsoladamente. Unos tienen un verdadero día de campo, otros hacen oración tomados de la mano. Unos hacen limpieza con escoba, agua y franelas, otros sólo depositan un ramo de flores y se van.


Quiero vagar más por ahí, entre árboles que lucen un tanto lúgubres, sin hojas, pero ya es hora de volver a casa. Una vez más, la gente, el lento caminar y todo eso.


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Pero la retirada es más amable que la llegada, o tal vez simplemente sea que ya no me importa tanto la multitud y el polvo. Fuera del panteón, pasamos frente a un puesto de mezcal y observo a un joven cortando la enorme piña a machetazo limpio. Pero el sabor del mezcal no me agrada tanto como lo que veo frente a mí: cañas de azúcar. Espigadas, altísimas, llenas de agua y sabor.


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En el camino, ya estoy degustando un pedazo de caña. A veces siento que primero se me arrancan los dientes antes que arrancar la fibra de la caña. Pero vale la pena. Juro que al menos uno de mis incisivos ya se aflojó. Mientras intento acabar con la caña antes de que la caña acabe con mis dientes, pasamos frente a decenas de puestos que venden utensilios de cocina, ropa y hasta artesanías. Los puestos de comida invitan a quedarse, más por su olor que por su aspecto.


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Mi boca ya está llena de fibra de caña. Quiero escupirla pero hay tanta gente que no puedo hacerlo. Finalmente, veo la oportunidad y lo hago detrás de unos huacales de naranjas, frente a la divertida mirada de una señora de aspecto sureño que prepara unos deliciosos tacos de tripitas.


Miles de fragantes flores por doquier y mucha más gente que flores. Un poco más allá, juegos mecánicos. Es una feria. La Feria del Hueso. Hay una rueda de la fortuna y un carrusel, pero no hay tiempo de subir en él, ya será otro día, otro año. Ya hay que regresar a casa.


Las fotos de éste pequeño ensayo las tomé la semana pasada en el Panteón de Dolores. El texto, es un fragmento de mi memoria, de una visita a ese mismo lugar cuando era niño. Nada ha cambiado, ¿verdad?.


Estrenando Banner en el Blog

Como verán, hay una nueva imágen en el banner o cabecera del blog. La cabecera anterior era una imágen del parque El Palomar, tomada desde la Ave. Revolución y Calle 10ma., al pie de la colina.


La nueva imágen tiene a derecha e izquierda a la Catedral Metropolitana iluminada con el espectáculo de luz y sonido Chihuahua Saga, de Xavier de Richemont. La imágen de la derecha, muestra a Antonio de Deza y Ulloa, en el momento que decreta la fundación de nuestra ciudad.


La imágen central muestra al Ángel de Plaza Mayor, en una foto que tomé aprovechando el hecho de que la Luna se encontraba hacia el poniente de la ciudad y en la misma perspectiva que el Ángel.


Tanto la Catedral como el Ángel, son dos de los íconos más reconocibles de la ciudad y lugares obligados para el turismo.