No fué un día cualquiera.
Bajo el salvaje sol del verano y bajo una lluvia de agua, cerveza y sabe Dios qué más, la multitud baila, canta y celebra como hace años no lo hacía.
Una victoria de la Selección Mexicana de Fútbol sobre su similar de Francia en el Mundial Sudáfrica 2010 es la razón de tanta alegría. No solo la Selección Mexicana prácticamente asegura su pase a la siguiente fase del torneo, sino que de paso elimina al subcampeón del mundo.
Estoy en la Glorieta de Pancho Villa, lugar legendario e icono de la ciudad. Lugar de tradición para celebrar. Los vehículos que pasan hacen sonar el claxon uniéndose momentáneamente al júbilo de la multitud que crece rápidamente.
Como hormiguitas, decenas y decenas de jóvenes llegan de todas partes y se reúnen ahí. Ataviados con la playera verde de la Selección Nacional, los que no portan una bandera, visten una peluca tricolor o una máscara de luchador. Otros simplemente visten una prenda verde, blanca o roja.
Pero hay quienes descaradamente han abandonado la escuela y cargan sus útiles escolares. Otros peor aún, se las han arreglado para escapar del trabajo. Ellas, aún con sus zapatos de tacón y ellos aún con su corbata. No importa, como decimos por acá, entre la bola ni se nota.
Cada vez es más la gente que se reúne. Vialidad decide cerrar las calles y uno de los cruceros más importantes de la ciudad se convierte en paseo peatonal, para enojo de muchos, para alegría de muchos más.
La fuente de la glorieta se convierte en alberca pública. Niños en ropa tricolor, papás y mamás, estudiantes y ejecutivos, jóvenes y abuelos, todos reunidos como pocas veces se ve.
Y la cerveza, bueno, con tanto calor, beber agua no era suficiente, ni tampoco una opción si se trataba de celebrar. No sé si éramos miles o solo cientos, lo que sí sé es que éramos muchísimos y seguían llegando más.
Para captar mejor el entusiasmo de la multitud, monté mis cámaras (fotográfica y de video) sobre un tripié y lo elevé a casi 3 metros de altura. El resultado es estupendo. La perspectiva genial. Todo mundo quería fotografiar y ser fotografiado.
No, no fué un día común.
Tan diferente era éste día que cuando le pregunté a un grupo de jóvenes que de pronto se reunió frente a mi cámara si eran amigos, uno de ellos me contestó: "sí, hoy todos somos amigos".....
No fué un día común. De hecho, fué la única celebración durante el Campeonato Mundial. Tras la eliminación de México, habrá que esperar 4 años más. Pero por lo pronto, quienes estuvimos ahí, bajo la estatua de Pancho Villa, difícilmente olvidaremos los cantos, el Cielito Lindo, las porras con groserías, las chicas completamente empapadas, el salvaje calor, los abrazos, las sonrisas, el ruido y la lluvia de cerveza.
¿No estuviste ahí?...bueno, la próxima vez búscate un buen pretexto para estar ahí, porque solo se vive una vez.