Y de pronto, ese día llegamos a La Luna.
Es Julio de 1969. Apenas un año atrás, acabamos de vivir unos Juegos Olímpicos de ensueño. No lo sabíamos en ese momento, pero el año siguiente viviríamos uno de los mejores mundiales de fútbol soccer de la historia.
El ambiente festivo es increíble: Juegos Olímpicos en el ´68, el primer viaje a La Luna en el ´69 y un Mundial de Fútbol en el ´70. Qué más podía desear un niño como yo.
Mi memoria no es del todo precisa. Algunos detalles escapan, pero la mayoría jamás los olvidaré. Sobre la calle Aldama, en pleno centro de la ciudad, alguien de mi familia y yo esperamos el transporte público. Es de noche y justo ahí, en la parada del camión, hay un pequeño local comercial. Es el día del alunizaje y los dueños del local, aunque ya han cerrado, han tenido a bien dejar encendido un aparato de radio conectado a un altavoz en la calle para que todos podamos escuchar esa transmisión.
Las voces de dos leyendas de los medios de comunicación en México, Miguel Alemán y Jacobo Zabludovsky, se encargan de narrar paso a paso eso que parece increíble: la llegada del hombre a La Luna.
La gente en la calle guarda silencio absoluto. Todos estamos inmóviles, escuchando, como bebiendo lo que brota de aquél altavoz, una pequeña caja cuadrada con agujeros que nos transporta a un escenario fantástico, que se antoja imposible, que nos parece increíble, que alguna vez fué inimaginable. Algunas mueblerías, según comentan recién llegados a la parada del autobús, han dejado sus televisores encendidos en los aparadores y la gente se ha arremolinado ahí.
Pero nuestro autobús ha llegado y mientras trato de romper el cordón umbilical que ya me une al altavoz, para mi alivio, escucho la radio del autobús encendida y sintonizada en la misma estación. No me perderé de nada camino a casa.
Cerca de la media noche y frente a aquél viejo televisor de bulbos en blanco y negro en el que vimos los Juegos Olímpicos, ahora vemos las borrosas imágenes, altamente contrastadas y transmitidas desde La Luna. El tren de aterrizaje del módulo lunar Eagle es claramente visible y poco a poco, aquél 20 de Julio, la figura de Neil Armstrong desciende lenta y pesadamente por la escalerilla. Una vez sobre el polvoriento y grisáceo suelo lunar pronuncia aquéllas palabras históricas.
Sí.... la humanidad acaba de dar un gran salto.
Creo que no dormí aquélla noche. Mi anhelo ahora era ser astronauta de grande. Desde ese día mi relación personal con La Luna cambió para siempre.
En innumerables noches miré hacia el cielo, buscando a La Luna, para imaginar con ella, para soñar con ella o simplemente para admirarla.
Los años siguientes trajeron más misiones espaciales, tantas que la gente perdió el interés. No fué mi caso. Me convertí en un aficionado a la Astronomía y a cualquier cosa que tuviera que ver con la ciencia. Yo apenas era un adolescente, pero podía hablar con autoridad de proyectos llamados Sputnik, Mercury, Gemini, Vostok, Soyuz, Apolo, Salyut, Skylab, Pioneer, Voyager, Buran, Columbia y cualquier otra cosa que volara o viajara por el espacio.
Mientras mis compañeros de escuela llevaban en sus libros fotografías de Charlie´s Angels o del grupo de rock Kiss, yo llevaba fotos de Marte tomadas por los Viking I y II y del supersónico Concorde.
Viví una niñez enmarcada en momentos que han cambiado el rumbo de la humanidad. Siendo nieto de un destacado periodista, la información era algo que abundaba en casa: me enteré de primera mano de los disturbios estudiantiles de México en 1968, los Juegos Olímpicos de ese mismo año, la llegada del hombre a La Luna, el campeonato mundial de fútbol soccer de México ´70, la Guerra Fria, Los Beatles y The Rolling Stones, la guerra de Viet Nam y los hippies, el surgimiento del Rock´n Roll, la crisis mundial del petróleo y los levantamientos revolucionarios en América Central entre otras tantas cosas.
Era un mundo como el que veía a través de aquél televisor, un mundo normalmente gris, a veces blanco, a veces negro.
Fué una época en que nuestro mundo sufrió una inflexión histórica e irreversible, una década desde finales de los 60´s que fué especialmente convulsiva, pero que vió nacer a un mundo diferente y a una ola tecnológica que disfrutamos a diario, desde los pañales de nuestros bebés hasta los hornos de microondas de nuestras cocinas, desde los circuitos de nuestras computadoras hasta el teflón de nuestros sartenes.
Ya entrado en mi adolescencia, aquéllos anhelos de ser astronauta eran simplemente eso, anhelos. Pero gracias a los años de la carrera espacial que tanto influyeron en mí, era bastante diestro en astronomía y aeronáutica. Cosa que no me sirvió de nada en cuestiones escolares ni en la vida en general, no así a la hora de divertirme o de alardear. Yo era simplemente imbatible a la hora de construír un avión de papel y competir con mis compañeros de escuela para ver cuál avión volaba más tiempo y recorría más distancia.
Años más tarde, junto con algunos profesores y compañeros del Tecnológico de Chihuahua, construiríamos un cohete experimental verdadero y algunos exitosos proyectos de energía solar.
Y cada vez que vuelvo a ver La Luna llena salir por detrás de las montañas al oriente de la ciudad, con mucha frecuencia vuelvo a vivir muchos de aquéllos momentos.
Y es que La Luna y yo tenemos nuestra historia.
A 40 años de distancia, los viajes a La Luna siguen fascinando incluso a los escépticos.
Algún día regresaremos allá.
4 comentarios:
Haaaa !! exquisito, me encanta leerte !! GRACIAS POR EXISTIR.
ALICIA S.
Hey, gracias!, un abrazo y un beso para tí Alicia!!...
que increíble haber vivido esa experiencia (aunque si te soy sincero morro, soy de los que tienen dudas en que en realidad hayan llegado a la luna.....)pero el momento histórico, la angustia seguida de emoción.....
Saludos y gracias por compartir ese momento.....
Así es Luis, la duda siempre ha estado ahí. ¿Fuimos o no fuimos?... en fin, cada quien tiene sus argumentos. No sé si hayas visto el programa de Discovery Channel de Los Cazadores de Mitos (Mythbusters) al respecto. Muy rcomendable.
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