Omáwari es el nombre del Encuentro de Naciones Hermanas. Éste año con la visita de representantes de las culturas Purépecha, Zapoteca, Totonaca y Teenek, siendo los anfitriones nuestros queridos nativos Rarámuris, amos y señores de nuestra maravilla del mundo llamada sierra Tarahumara, orgullo chihuahuense.
Aunque igualmente interesante, éste año el encuentro fué menos emotivo y ceremonial que en pasadas ediciones. Y ese hecho está relacionado con la temática del encuentro: Identidades en Tránsito.
Como su nombre lo sugiere, el impacto de la interacción entre grupos indígenas y la población urbana es un arma de dos filos. Igualmente puede enriquecer la identidad de un grupo que contaminarlo y en el lado más oscuro de la transculturización, como un virus maligno, el ambiente urbano puede matar las raíces de cualquier otro.
Abren el encuentro nuestros Rarámuris, con la ceremonia del Rimukápuame, un ritual de limpieza espiritual para evitar que el mal espíritu dañe el lugar a o a la comunidad.
Oriundos del estado mexicano de Veracruz, los grupos Zapotecos, Totonacos, Tejoneros y Hustecos Teenek ofrecieron el Laboratorio de Acrobacia Indígena. Una interesante mezcla de tradiciones ancestrales y circo urbano. Aunque muy interesante, estoy seguro que muchos no pudimos dejar de asociar la similitud de algunos actos presentados con lo que infortunadamente vemos en las calles de nuestras ciudades: nativos indígenas convertidos en payasitos de crucero haciendo malabares en las calles de la ciudad para poder subsistir de la caridad.
Muy inquietante y crudamente real.
Por su parte, el grupo Purépecha del estado mexicano de Michoacán, presentó uno de los tesoros de nuestro folklor nacional: la Danza de los Viejitos. Lo interesente en éste caso, es que el grupo Purépecha no vino desde su natal Janitzio, en Michoacán, sino desde Rosarito, en Baja California.
Éste grupo Purépecha en particular, que consta de unas 200 familias, emigró a tierras bajacalifornianas y se estableció en la región de Rosarito, muy cerca de Tijuana y por ende, de la frontera con Estados Unidos.
Lo destacable de éste grupo Purépecha es que han mantenido sus tradiciones sin ninguna influencia de la comunidad fronteriza o norteamericana. Un digno y encomiable esfuerzo por preservar su cultura nativa.
Cierran el encuentro de nuevo nuestros Rarámuris, con canto y una obra de teatro indígena, muy sencilla, pero con un alto contenido social encaminado a preservar las costumbres y modo de vida de los nativos ante la amenazante tentación de poseer riquezas del Chabochi, como se le conoce en la lengua nativa Rarámuri al hombre blanco.
Finalmente, ya entrada la noche, la danza alrededor de la fogata, donde público y nativos nos mezclamos en una sola comunidad alrededor del fuego, para convivir y bailar a ritmo de la música Purépecha.
Como cada año, el Omáwari nos atrae por igual a chicos y a grandes. Es verdad que es interesante conocer la cultura de nuestras etnias. Pero también hay otro factor que nos atrae: si bien es cierto que suelen vivir en ambientes marginados y con carencias materiales, también es cierto que les sobra espiritualidad, sencillez, humildad y orgullo de pertenencia.
Valores que en la gran urbe se pierden en el diario trajín de la individualidad y el consumismo, en ese diario vivir juntos, pero sin convivir.
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