La mezcla del desfile es ecléctica, por decir lo menos. Desde las casacas rojas de la Policía Montada de Canadá, hasta un extraño, descoordinado, anoréxico-muy-corto-y-decolorado dragón chino. Desde recios charros a caballo hasta arlequines más infames que la compañía telefónica a la que representan. Desde una batucada más jamaiquina que carioca hasta unas encantadoras pequeñitas luciendo su traje típico de jarocha, con todo y su respectiva mantilla, bordado, encaje y....¿¿antifaz??. Bueno, supongo que es por aquéllo del ambiente festivo.
Pero esos detalles pasan desapercibidos. Ha empezado el Festival y lo único que importa es la gran fiesta. El desfile empieza y la multitud se reúne a lo largo del camino, desde la Cd. Deportiva hasta el centro de la ciudad, en la Plaza Mayor.
Quienes quedan atrapados en el caos vial, mejor apagan el motor de su auto y se bajan para ver el desfile... les guste o no, es lo único que pueden hacer por los siguientes 30 minutos. Del enfado y la ira, síndrome del conductor urbano en hora pico, pasan a la resignación. Luego, simplemente sonríen y lo disfutan.
Finalmente el desfile llega a la Plaza Mayor y empieza el protocolo de inauguración.
El espectáculo dé inicio. Y ya saben, aquéllo está planeado para que vaya in crescendo en espera del gran show de la noche. Vamos de la música Tarahumara al arpa jarocha de alta escuela. Pero la lluvia llega primero que el show estelar y la plaza queda instantáneamente desierta. Hasta parecía que habían llegado los apaches de éste país bárbaro.
Todo el año la gente maldice por la falta de lluvia y cuando empieza a llover, la gente maldice también...¿quién les entiende pues?. Sólo los que íbamos preparados por si Tláloc nos jugaba una de sus viles y traicioneras travesuras, nos quedamos a ver lo poco que pudo presentarse, ya que el suelo mojado representaba un riesgo para la integridad de los acróbatas.
Entre un fuerte viento, charcos de agua y acróbatas un tanto decepcionados por venir desde Canadá y no haber podido presentar la totalidad de un acto expresamente escrito y producido para la gran noche de inauguración, el día termina.
Afortunadamente, ávido y curioso como soy, estuve la noche anterior, frente a ese mismo escenario, sin gente ni lluvia y pude ver los ensayos generales del show estelar, en primera fila. Vamos, no me perdí de nada.
Y sin duda, puedo aventurarme a asegurar que mis aplausos fueron de los primeros que recibieron tan ágiles artistas en estas leales, valientes y hospitalarias tierras.
Al final de la jornada, las sonrisas quedan y tal vez, eso sea lo que más importa. Apenas empiezan las 2 semanas del primero de 2 festivales. Tendremos todo un mes de espectáculos. Seguramente habrá mucho mejores días.
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