Diversidad y Paz

Un fenómeno social reciente, son las llamadas “tribus urbanas“. El término data de 1985 y se le acredita al sociólogo francés Michel Maffesoli. Sin rollos, una tribu urbana es simplemente un grupo de gente, usualmente joven, que comparte la misma manera de pensar, vestir y actuar en el entorno de las grandes ciudades. De esta forma, manifiestan una identidad propia y refuerzan su sentido de pertenencia. Pero no es mi intención ahondar en la cuestión sociológica.



Habiendo vivido mi niñez y parte de mi juventud en las cercanías del centro histórico de la ciudad, siempre he observado la enorme diversidad de grupos que componen nuestra sociedad. El centro histórico siempre ha sido un crisol cultural.



En especial los sábados por la tarde, en los alrededores del Palacio de Gobierno y la Plaza Mayor, encontraremos de todo, novias y quinceañeras con sus padrinos y chambelanes, en sus espléndidos vestidos tomándose sus fotos en el Palacio de Gobierno. Jóvenes de varias tribus urbanas en la Plaza Mayor. Niños comiendo una paleta en la escalinata de la Casa Chihuahua o mojándose en la Fuentes Danzarinas.



Decenas de personas haciendo sus compras en la calle Libertad o en misa en el templo de San Francisco. Y no falta quien se esté lustrando el calzado en la Plaza Hidalgo o simplemente descansando en una de sus bancas, bajo esos frondosos y viejísimos árboles.



Nuestra sociedad cada día se individualiza más y por tanto, se desintegra. Los grupos o tribus urbanas, en cierto modo, son una respuesta y una resistencia a lo establecido, a la individualización. Esto siempre ha existido, la forma de expresarlo es lo único que cambia de acuerdo a los tiempos que vivimos. Antes, éramos hippies o rockanroleros. Hoy, punks, rockers, darks, emos, góticos, skatos, choppers y muchos otros en simple convivencia y paz.



Estos jóvenes únicamente quieren expresarse con una identidad propia y merecen todo el respeto de la sociedad, pero para algunos, el que sean diferentes, los asusta. Y es que desde los tiempos de los cavernícolas, lo que es diferente o desconocido, es suficiente razón para el temor y la agresión.

La violencia, es y será siempre el único argumento del ignorante.

La tolerancia es buena, desgraciadamente, no significa aceptación. Y en ese camino, a nuestra sociedad le falta demasiado por andar.



Aceptamos más a un político corrupto que a un jóven vestido de negro. Se nos hace más agresivo el metal y el cuero de una vestimenta que un grupo de diputados y senadores de pacotilla tome a la fuerza al Congreso de la Unión. Preferimos criticar a un grupo de jóvenes por la manera de peinarse que a las autoridades por no poder detener la violencia y las ejecuciones. Nos parece más desagradable un piercing que un góber precioso.



Ni en mis tiempos, ni en éstos, la juventud rebelde le ha hecho daño a ningún país del mundo, al contrario, ha sido siempre la raíz y el motor del cambio. No son ni ignorantes ni raros, todo lo contrario, son muy conscientes y sensibles de la problemática social, porque la viven a diario y en este mundo tan torcido, en el que todo lo queremos ver como adultos, la visión jóven, es sin duda, una gran esperanza, sino es que la única.



Si el mundo está jodido, no es porque la juventud se vista de negro y tenga un metroflog. Es simplemente porque los adultos hemos tomado las decisiones equivocadas una y otra vez.